martes, 1 de diciembre de 2009

El lenguaje de los sonidos

Plaf', 'plof', 'bang', 'tururú', 'guau-guau', 'pío-pío', 'kikirikí'. El habla comenzó a gestarse en la época de las cavernas. El hombre primitivo imitaba los sonidos de los animales, de la naturaleza, de los propios objetos, para formar las primeras expresiones fónicas. «A pesar del perfeccionamiento del lenguaje, la onomatopeya ha pervivido a lo largo de los siglos», explica Luis Gasca (San Sebastián, 1933), coautor junto a Román Gubern (Barcelona, 1934) de 'Diccionario de onomatopeyas del cómic' (Cátedra), un ensayo profusamente ilustrado que está arrasando en las librerías. A finales del siglo XIX surgen en nuestro país las primeras revistas satíricas con onomatopeyas en sus viñetas y dibujos. «Las hay genuinamente españolas, como 'catacroc', que alude a una gran colisión; 'toc toc', llamar a la puerta; 'plaf', bofetada; 'plof', caída; 'buaaa', lloro, y de procedencia anglosajona, como 'bang' (disparar), 'ring' (llamar) o ¡ahhhh! (susto o pavor)», recuerda Gasca. La fuerza de la onomatopeya, a juicio de estos autores, no tiene sustitutivo. «En la publicidad se ha utilizado para bautizar marcas de conservas, véase el caso de 'Miau', y en el arte pop jugó un papel importantísimo, no hay más que detenerse en la obra de Lichtenstein», comenta el autor.